Mitos y verdades detrás de los puntajes de los vinos

La mayoría de los consumidores no los tienen en cuenta a la hora de elegir un vino pero las bodegas y las propias calificadoras insisten en comunicarlos con cucardas adosadas a las etiquetas y reportes anuales. ¿Para qué sirven los puntajes de críticos de renombre como Robert Parker o Tim Atkin?

Robert Parker creó una escala para calificar vinos y también un gran negocio.

Por Fernando Garello – Cada año, de manera puntual, como si fuera la llegada de la primavera, las principales bodegas argentinas difunden los puntajes que obtuvieron sus etiquetas, con fotos en las que aparecen adornadas con clásicas cucardas doradas donde figuran el nombre del calificador y los números obtenidos que generalmente se ubican entre los 90 y los 96 puntos.

Si bien se descarta que el consumidor promedio de Argentina adquiera una botella por el puntaje que obtuvo de Robert Parker, Tim Atkin, James Suckling o Patricio Tapia, por nombrar a los más conocidos, esta práctica que constituye una verdadera industria en sí misma, tiene su razón de ser y resulta de utilidad para las calificadoras y las bodegas involucradas.

Sin embargo, tales razones no siempre quedan suficientemente claras para los consumidores que se terminan acostumbrando a beber los vinos que les interesan acompañados por las características y a veces enigmáticas cucardas.

A las bodegas les sirve principalmente para hacerse fuertes en mercados internacionales donde la competencia siempre es despiadada. Funciona como un respaldo que los ayuda a la hora de presentar sus portfolios, aun cuando la mayoría de los puntajes que obtuvieron no se diferencian mucho de sus competidores.

Una pregunta que a mi entender podríamos hacernos con fines puramente ilustrativos sería la siguiente: ¿Se asemejan estas calificaciones a los puntos que asignan sitios populares como Booking para los alojamientos? A diferencia del prestigioso sitio que se transformó en una especie de referencia para la industria hotelera y turística, en el caso de los puntajes en el mundo del vino no son asignados por los usuarios -o en este caso los consumidores-, sino que la calificación queda en manos de expertos catadores, algo que en el futuro debería comenzar a cambiar, habida cuenta de las facilidades que ofrece la tecnología actual en materia de interacción entre usuarios de redes sociales.

De hecho, desde hace más de una década existe una aplicación que permite a los consumidores opinar y otorgar puntajes a los vinos que degustan, con un plus adicional, dado que el simple “escaneado” de una etiqueta desconocida permite el acceso a reviews de otros usuarios de la plataforma.

Sin embargo, si bien los puntajes son homogéneos, las opiniones y descripciones difieren muchísimo entre sí.

Escala numérica y verbal

Una de las confusiones más comunes a la hora de comprender cómo funcionan las calificaciones está relacionada con la escala creada por Robert Parker en la década de 1970 para facilitar la crítica de los vinos de las principales regiones del mundo. El problema reside en que se trata de una escala numérica que va de los 50 a los 100 puntos pero que se divide en segmentos que van desde la valoración “inaceptable” (50-59); “poco recomendable” (60-69); “aceptable” (70-79); “mejor que la media y muy bueno” (80-89); “excelente” (90-95) y “excepcional” (96-100).

Si solamente se presta atención a los números, como ocurre muy frecuentemente, se desnaturaliza la escala, dado que en realidad la diferencia entre los 90 y 100 puntos no resulta tan notable para un consumidor promedio puesto que se trata de vinos que según el calificador son excelentes y excepcionales.

El número mágico

El secreto del negocio de las calificaciones de vinos reside indudablemente en los 100 puntos, un número mágico que da entender que estamos ante una etiqueta perfecta, cuando en realidad, la diferencia entre los 96 y 100 puntos es puramente subjetiva. El propio Luis Gutiérrez, calificador de Robert Parker en Iberoamérica, reconoció en una entrevista que lo que diferencia a un vino que recibe 99 punto de otro que recibe 100 es “un golpe al corazón”.

De hecho, las calificadoras internacionales dejan entrever un cuestionable eurocentrismo, dado que muy pocas veces los vinos del Nuevo Mundo (Estados Unidos, Argentina, Chile, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda), tienen el privilegio de ostentar una cucarda que parece reservada para las etiquetas del Viejo Mundo (Francia, Italia, España).

Por otro lado, no se puede ignorar el costado más opaco de las calificadoras, en especial la de Robert Parker, quien quedó envuelto en un escándalo donde se asignaban los puntajes máximos a bodegas con las cuales mantenía intereses comerciales a través de Michel Rolland, tal como expuso Jonathan Nossiter en su película documental Mondovino del año 2004.

Vinos simplemente muy buenos

Cotidianamente, la mayoría de los consumidores beben vinos que se ubican entre los 80 y los 95 puntos, es decir, entre los segmentos de los considerados “mejor que la media y muy bueno” y “excelente”. La lectura exclusivamente matemática hace pensar a muchos que un vino de 89 puntos es muy inferior a los que se ubican en los segmentos superiores (90-100 puntos), cuando en realidad no es tan así. De hecho, muy pocos catadores están preparados para advertir las diferencias entre las etiquetas que se encuentran en lo más alto de la escala.

Por todo eso, habría que comenzar a explicar que los vinos de 80 puntos para arriba son todos muy buenos y que la buena noticias es que la gran mayoría de las etiquetas que se consiguen en las vinotecas pertenecen a dichos segmentos.

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